2 oct 2007

Gineocentrismo

Le duela a quien le duela...es mi opinión, tan respetable como cualquier otra.

Olvidaos, hombres, de querer salvar el mundo. Con vuestros métodos es imposible, más bien el mundo está condenado. Sólo unos pocos hombres reconocen que la única salvación posible para el planeta es un cambio radical de sociedad, un vuelco total hacia el gineocentrismo. Es preciso crear un nuevo ser humano que desista de la guerra y ame la tierra que pisa, en lugar de servirse de ella, que la considere en su conjunto y admita su lado social, que dirija su voluntad hacia el nosotros y se aleje del individualismo.

Hay mucho de ese ser humano en la mujer. La mujer no gobierna, organiza. La mujer no pelea, pacta. La mujer no destruye para conquistar, cuida de lo que tiene. El hombre ansía la gloria, la mujer sólo lucha por el amor. Ah, hombres, ¡dejadnos de una vez hacer nuestro trabajo! Ya habéis jugado demasiado tiempo a los soldaditos y a los banqueros. Vuestros jueguecitos han ido demasiado lejos: estáis acabando con la Única y Verdadera Diosa, la Omnipotente Madre Tierra. Y sin ella no somos nada.

Las mujeres lo hemos sabido siempre. Es en nosotras donde reside el poder, puesto que somos el alimento y el recipiente de la vida. Pero no nos importaba ser superiores, por eso no entendemos de binomios Superior/Inferior, Blanco/Negro, Rico/Pobre, Hombre/Mujer.

Es una cuestión de VIDA. Es lo que hay, os guste o no. Lo sabían las seguidoras de Isis, las de Astarté del libro de Jeremías. Las mujeres sabemos que debemos cuidar a la Madre, el principio de la Vida y el Alimento y no el de la Espada y el Hambre. Vida, Muerte y Renacimiento no son fragmentos separados, sino partes continuadas de un ciclo eterno para la Madre. La Madre es útero y sepulcro, no hay fin, sino cambio de estado.

Precisamente el machismo es uno de los mejores argumentos a favor de la supremacía de la Diosa y del principio de la esencia femenina. Ese deseo irracional, insistente y continuo de poseer y dominar su secreto que, ante la imposibilidad de verse cumplido, explota en la violencia de la conquista (ya que no de la comprensión), en la represión y la dominación. Ya que el hombre no podía poseer ese secreto en poder de la mujer, la poseería a ella y enterraría su sabiduría, anularía su poder por medio de la fuerza.

Si el hombre aceptaba la superioridad de la mujer, en su estrecha mentalidad bipolar sólo le correspondía el papel de sometido, de no poder evolucionar un estadio más alto. Pero siendo negada la mujer, el hombre se sentía libre de evolucionar y buscar su propia sabiduría. Nunca se percataron de que para la mujer no era importante ser superior o inferior, sometedor o sometido, sino que la superioridad femenina era un principio natural, de la Madre Tierra, como procuradora de Muerte- Vida, no cultural ni político.

Negar ese principio de armonía ha supuesto, por un lado, encaminarse hacia convicciones culturales que niegan toda espiritualidad (y por tanto, desequilibran el todo unificado de cuerpo y espíritu) y, por otro, a una degradación y destrucción del planeta, puesto que al despojarlo de su valor místico, se le trata como mero almacén al servicio del hombre, al que hay que explotar y modificar bajo el criterio del capricho y la ambición de la comodidad.

El carácter femenino de la Tierra sólo es contemplado por el hombre de manera nominal, superficial, como pudiera hacerse con una figura poética. Pero, como sucede asimismo con la poesía, se olvida o se obvia la profundidad de su concepto, ya que la Tierra no es únicamente el espacio físico donde habita el hombre, ese conjunto de mares, continentes y cielos, sino el espacio ilimitado donde permanece la esencia vital y espiritual del ser humano, una estación más en la autopista del infinito, del mismo modo que la poesía no es meramente juego estético, sino una pobre forma de explicar, un incompleto e imposible esfuerzo por expresar la perfección del universo.

Las grandes verdades que han conducido a los hombres por los diversos ciclos históricos han sido siempre mentiras o verdades parciales, puesto que siempre ha sido negada la Verdad desde donde todo empieza: la superioridad femenina.




2 comentarios:

Anónimo dijo...

Soy hombre y tal vez este blog no me está destinado, pero quería manifestar que estoy totalmente de acuerdo con usted. Creo que llegará el día en que los hombres asumiremos nuestro papel, sin duda secundario. No es algo denigrante, sino al contrario, completamente natural.

Respeto y Servicio a la Diosa.

Angie Simonis dijo...

Mi blog es también para hombres como tú, que están de acuerdo con la naturaleza femenina de la madre Tierra como algo natural, no como una cuestión de poder o jerarquía, que es precisamente la perversión que hace el pensamiento patriarcal.
Gracias por tus palabras, me parecen más valiosas que las de mil mujeres, porque si los hombres pensaran así no tendríamos el mundo que tenemos, sino uno más armónico y respetuoso con el equilibrio entre lo femenino y lo masculino.
Lo masculino no equivale al hombre ni al macho, sino a la parte activa, emprendedora, solar, luchadora, etc. que tienen tanto los hombres como las mujeres.
Saludos, hijo de la Diosa