octubre 20, 2009
La rebelde Gabriela
Por generaciones nos narraron a la célebre premio nobel Gabriela Mistral como madre universal y abnegada, más cercana a una virgen asexuada que a la mujer de carne y hueso, apasionada e intensa que revelan sus cartas de amor lésbico, publicadas recientemente en el libro Niña Errante.
Los escritos forman parte de una donación de más de 40.000 documentos, entregados a Chile por la sobrina de Doris Dana, estadounidense hasta ahora conocida como amiga y albacea de Gabriela, pero que las epístolas revelan como el último gran amor de la Nobel.
Así, Lucila Godoy, convertida en Gabriela por propia voluntad, termina de despojarse de las capas que la cubrían para hacerla material de fácil comprensión en textos escolares, donde aparece reproduciendo los cánones tradicionales de lo que debe ser una "buena mujer".
La feminista y especialista en literatura de la Universidad de Chile, Gilda Luongo, dijo a SEMlac que "la sorpresa actual de muchos frente a un epistolario apasionado de amor lésbico de la Premio Nobel, es un modo de soslayar la cuestión candente y álgida de la pasión lésbica de esta mujer, que fue leída durante mucho tiempo como la gran madre de Chile-no madre. ¿Quién osa pensar en este país en una madre-lésbica? ¿Quién osa pensar en una madre apasionada que indaga y busca el placer a partir de sus deseos múltiples?".
¿Pero es acaso esta la primera vez que Gabriela se muestra rebelde? ¿O más bien sus constantes subversiones han sido sistemáticamente invisibilizadas, con el fin de simplificarla y aceptar su éxito, siempre reconocido tardíamente en Chile; país donde se le entregó el Premio Nacional de Literatura seis años más tarde del Premio Nobel de 1945?
"Haber leído a Gabriela Mistral como una poeta carente de pasión ha sido una estrategia que anhelaba limpiarla, higienizarla de su complejidad femenina en su descalce normativo, estrategia inútil por demás, dado que su escritura toda no es sino su multiforme y prolífica pasión vital", reflexiona Luongo.
La estudiosa añade que "esto ha ocurrido constantemente con las mujeres que escriben, porque la escritura ha sido para ellas, en definitiva, una zona, una territorialidad creativa ligada a la subjetividad en la que queda de manifiesto el trabajo con el lenguaje de modo más libre y evidencia, de manera insospechada, aquello que constriñe o aprisiona a las sujetos femeninos en diversos contextos y épocas".
El amor lésbico y la pasión expresada en las cartas no ha sido la única muestra de la subversión de la poeta, quien vivió en México, Brasil, Suiza, Francia, España, Italia, Portugal y Estados Unidos.
Escribió sobre la importancia de educar a las mujeres y, en su juventud, trabajó alfabetizando a muchas de ellas y también a obreros. Fue expulsada de Italia, opinó en contra del fascismo y donó las ganancias de su libro Tala a niños y niñas de la guerra civil. Crió al hijo de un hermano como madre soltera, junto a su amiga y asistente de toda la vida, la mexicana Palma Guillén, y sufrió con el suicidio de este hijo, a los 18 años.
Fumaba sin parar. Lideró la reforma educacional en México y en 1945 fue la primera mujer en Hispanoamérica galardonada con el Premio Nóbel de Literatura, cuando el voto femenino no existía en Chile.
Y, medio siglo después de su muerte, podemos leer su pasión lésbica por Doris en una carta escrita cuando Gabriela tenía 60 años: "Tú no me conoces todavía bien, mi amor. Tú ignoras lo profundo de mi vínculo contigo. Dame tiempo, dámelo para hacerte un poco feliz. Tenme paciencia, espera a ver y a oír lo que tú eres para mí, y ¡cómo yo te necesito! Hasta un punto de vida o muerte. Espera a vivir sola conmigo para juzgarme con pleno conocimiento. Esta es la carta que escribo con más tristeza. Nunca supieron los seres que yo quise que los quería entrañablemente. Pero es necesario que tú lo sepas. Esto me urge; es preciso que sepas, que comprendas ¡y que quieras vivir para mí! Por amor o por caridad, sábelo."
Los escritos forman parte de una donación de más de 40.000 documentos, entregados a Chile por la sobrina de Doris Dana, estadounidense hasta ahora conocida como amiga y albacea de Gabriela, pero que las epístolas revelan como el último gran amor de la Nobel.
Así, Lucila Godoy, convertida en Gabriela por propia voluntad, termina de despojarse de las capas que la cubrían para hacerla material de fácil comprensión en textos escolares, donde aparece reproduciendo los cánones tradicionales de lo que debe ser una "buena mujer".
La feminista y especialista en literatura de la Universidad de Chile, Gilda Luongo, dijo a SEMlac que "la sorpresa actual de muchos frente a un epistolario apasionado de amor lésbico de la Premio Nobel, es un modo de soslayar la cuestión candente y álgida de la pasión lésbica de esta mujer, que fue leída durante mucho tiempo como la gran madre de Chile-no madre. ¿Quién osa pensar en este país en una madre-lésbica? ¿Quién osa pensar en una madre apasionada que indaga y busca el placer a partir de sus deseos múltiples?".
¿Pero es acaso esta la primera vez que Gabriela se muestra rebelde? ¿O más bien sus constantes subversiones han sido sistemáticamente invisibilizadas, con el fin de simplificarla y aceptar su éxito, siempre reconocido tardíamente en Chile; país donde se le entregó el Premio Nacional de Literatura seis años más tarde del Premio Nobel de 1945?
"Haber leído a Gabriela Mistral como una poeta carente de pasión ha sido una estrategia que anhelaba limpiarla, higienizarla de su complejidad femenina en su descalce normativo, estrategia inútil por demás, dado que su escritura toda no es sino su multiforme y prolífica pasión vital", reflexiona Luongo.
La estudiosa añade que "esto ha ocurrido constantemente con las mujeres que escriben, porque la escritura ha sido para ellas, en definitiva, una zona, una territorialidad creativa ligada a la subjetividad en la que queda de manifiesto el trabajo con el lenguaje de modo más libre y evidencia, de manera insospechada, aquello que constriñe o aprisiona a las sujetos femeninos en diversos contextos y épocas".
El amor lésbico y la pasión expresada en las cartas no ha sido la única muestra de la subversión de la poeta, quien vivió en México, Brasil, Suiza, Francia, España, Italia, Portugal y Estados Unidos.
Escribió sobre la importancia de educar a las mujeres y, en su juventud, trabajó alfabetizando a muchas de ellas y también a obreros. Fue expulsada de Italia, opinó en contra del fascismo y donó las ganancias de su libro Tala a niños y niñas de la guerra civil. Crió al hijo de un hermano como madre soltera, junto a su amiga y asistente de toda la vida, la mexicana Palma Guillén, y sufrió con el suicidio de este hijo, a los 18 años.
Fumaba sin parar. Lideró la reforma educacional en México y en 1945 fue la primera mujer en Hispanoamérica galardonada con el Premio Nóbel de Literatura, cuando el voto femenino no existía en Chile.
Y, medio siglo después de su muerte, podemos leer su pasión lésbica por Doris en una carta escrita cuando Gabriela tenía 60 años: "Tú no me conoces todavía bien, mi amor. Tú ignoras lo profundo de mi vínculo contigo. Dame tiempo, dámelo para hacerte un poco feliz. Tenme paciencia, espera a ver y a oír lo que tú eres para mí, y ¡cómo yo te necesito! Hasta un punto de vida o muerte. Espera a vivir sola conmigo para juzgarme con pleno conocimiento. Esta es la carta que escribo con más tristeza. Nunca supieron los seres que yo quise que los quería entrañablemente. Pero es necesario que tú lo sepas. Esto me urge; es preciso que sepas, que comprendas ¡y que quieras vivir para mí! Por amor o por caridad, sábelo."
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