Como todo proceso evolutivo que se precie, este momento vital mío contiene en igual medida el aspecto luminoso como el osuro de la existencia.
Lo luminoso es ahora una cuestión de tamaño. Me toqué el tumor por pirmera vez una noche distraida, acariciándome el cuello mientras leía. Tenía entonces el tamaño y la forma de un garrafon, de esas gloriosas legumbres blancas y contundentes, impresincibles en una paella genuina valenciana. Lo abarcaba con tres dedos, pulgar, índice y corazón, y puesta delante del espejo vislumbraba su silueta fatídica y su esquiva redondez.
Mi garrafón ha desaparecido después de 20 sesiones de radio. Buscando y hurgando mucho, encuentro una modesta lentejita. Marina, mi radióloga, dice que tengo varias. Y, magnánima, me da la venia para alegrarme: si el tumor secundario ha disminuído, siendo como son los más difíciles de erradicar, no hay duda de que el tumor primigenio tambíen se halle en estas codiciones.
Llega la parte oscura. La sombra la marcan las señales de las quemaduras del cuello... el escozor, el picor, el dolor, el mal aspecto que revelan. Parece incluso que se va extender por las comisuras de la boca . Rebeca bromea diciéndome que compremos una burkita para que no se asuste nadie al verme. Muy agradable no debe ser mirarme en dicho estado.
La sombra tiene tambiñen olor y sabor: el de la comida. Sabor a nada, a un nada plástica y desesperante, tras haber dedicado horas a un plato especial y lleno de amor y detalles y llenado la casa de aromas apetecibles. Así que me siento a la mesa,me meto una cucharada en el boca y ¡NO ME SABE A NADA! Sí, por otro lado, la que guisa es Adriana, tengo que decirle: "Cariño esto debe ser delicioso, pero no me sabe a nada. Ella ya sabe que soy incapaz de mentir.
La sombra es como se va huyendo mi voz en afonías matutinas. En un par de días me he convertido en una gánster fumadora de ducados.
La sombra son esos parches transparentes que he empezado a usar para mantenerme sin dolor allí donde el nolotil ya no llega. Veintidós años sin probar la droga dura y ahora son los propios médicos quienes me la suministran y me recomiendan tratamientos con Mariguana.
Pero acabo con la LUZ, naturalmente. La luz que irradian las manos de Adriana cuando me hace el reiki y me inunda y me lava toda la pena del día, toda la rabia y me siento en paz, tan feliz, simplemente de estar tumbada, con ella a mi lado acariciándome el pelo, en silencio.
Sombras y luces.
Garrafones y lentejas.
En el oráculo de la Diosa, ha vuelto a salirme la carta de Cerridwen, la diosa del caldero de la transformación, de la muerte y el renacimiento. Estoy cambiando de piel, como la serpiente.
1 comentario:
Éste proceso vital, lleno de oscuridad y luz, te está dando a borbotones VIDA. Eres muy afortunada, Angie, éstas rodeada de seres maravillosos que te aman. De manos que te llenan de la energía más pura y diáfana.
Te abrazo, desde la orilla de mi teclado donde admiro la luz de tu alma. Cariños para Adriana.
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