Por Sandra Román ©
Y al darles el sol la espalda
revolotean las faldas
bajo un manto de guirnaldas
para que el cielo no vea,
en la noche de San Juan,
cómo comparten su pan,
su mujer y su galán,
gentes de cien mil raleas.
Joan Manuel Serrat
La mágica “Noche de San Juan” es la reminiscencia de las celebraciones paganas del Solsticio de Verano, momento en que la Madre Sol se encuentra en el máximo de Su luminosidad y esplendor.Sól, Saule, Solntse, Grainne, Sunna, Sulis, Helia, Magek, Eguzke y Lucina son algunos de los nombres con que la conocieron nuestros ancestros y ancestras de la Vieja Europa.
Juan, es el nombre del santo utilizado por la iglesia católica para reemplazar a la Diosa solar Juno Lucina, conocida también como Jana, que es también uno de los nombres de Diana-Hécate. Cuando la religión romana se volvió patriarcal, el nombre de esta Diosa derivó en el del dios romano Jano, cuyas dos cabezas miran una hacia el pasado y otra hacia el futuro, lo cual era un atributo de la propia Juno, así como de Hécate, Diosa de la Luna[1], con sus 3 caras o fases.
Durante los Solsticios, se abren “portales” cósmicos que dejan pasar energía divina a la tierra. Según Manuel Seral Coca[2] “Jano era el “dios de los portales”. James Frazer sugiere que de su nombre deriva la palabra usada por los romanos para definir el concepto de “puerta”, janua.
Pero Janua Coeli, “puerta del cielo”, título del santuario de las iglesias cristianas, “deriva de la puerta yónica de Juno (Unio o yoni) velada por el hymen en los templos de la misma Diosa”, explica Barbara Walker[3].
San Pedro, como guardián de las puertas del cielo, es la versión cristiana de Jano. Así se fueron “transformando” los antiguos mitos en el moderno mito cristiano…
“La canonización de los santos fue una extensión cristiana de la antigua costumbre grecorromana de la “apoteosis”, en la cual una persona mortal podía convertirse en inmortal y vivir para siempre en el cielo, a través de su identificación con una deidad –explica Walker[4]-. La liturgia y formas de canonización fueron tomadas de los paganos, incluyendo la ceremonia de la liberación de almas-pájaro para representar a la persona deificada volando hacia el cielo para unirse al resto de los inmortales”.
Este canon hizo del cristianismo “una forma de politeísmo similar al sistema de bodhisattvas creado por el politeísmo budista –agrega la erudita-. Los europeos del medioevo deseaban muchas deidades, no solo una (…). Los santos míticos incluyeron numerosas transformaciones de la Gran Diosa bajo nombres que solo fueron algunos de sus títulos paganos”.
Santa Lucía, por ejemplo, es una derivación de Juno Lucina, Madre de la Luz, cuya estatua que presidía su templo en Esquilina estaba adornada de riquísimas joyas, incluidos sus ojos. Vándalos cristianos destruyeron esta imagen y se “inspiraron” en la figura destruida para inventar la historia de la supuesta mártir que prefirió quitarse los ojos, para continuar siendo casta.
Junio es justamente el mes consagrado a la Diosa Juno. “La tradición eleva esta fecha (el día 24) al rango de uno de los mayores festivales del fuego, en la que las hogueras se encienden a modo de júbilo y expresión de alegría por la visión del Sol en su máxima potencia –agrega Seral Coca-. De hecho este es el festival del fuego por antonomasia y las costumbres se han conservado más que otras fiestas incluso dentro del mismo cristianismo, aunque este no ha podido dar una explicación religiosa convincente de dicho hábito”.
Barbara Walker opina que “estas multitudes de santos comerciales son tratadas por los académicos católicos modernos con una tolerancia algo divertida, como si las fantasías “fabricadoras” de santos tuviesen el mismo encanto que las leyendas inventadas por los niños inteligentes. Muy rara vez es admitido que estas fantasías no fueron creadas con la intención de encantar sino más bien de defraudar. Estos santos hicieron ganar mucho dinero a la iglesia y aún continúan haciéndolo y admitir la verdad acerca de ellos podrían disgustar a los fieles, con lo cual sus donaciones a la iglesia cesarían”.
La higuera, centro de muchos de los rituales de esta noche, era el árbol sagrado de la Diosa Juno. Sus higos representan su yoni como símbolo de la fertilidad y la sexualidad femeninas. Algunos eruditos dicen que en realidad era una higuera y no un manzano el árbol señalado en el Génesis como “el árbol del conocimiento del bien y del mal”. En un hecho confuso narrado en los evangelios, Jesús maldijo una higuera cuando marchaba de Bethania camino a Jerusalén, enojado porque el árbol no tenía un solo fruto para comer: “Que nadie vuelva a comer un fruto de ti, nunca más”, dijo y tras sus palabras el árbol se secó. Lo curioso es por qué una persona capaz de hacer tantos milagros destruiría un árbol en lugar de hacerlo fructificar y cómo una persona tan sabia no se habría dado cuenta que las higueras no tienen frutos en primavera, que era el tiempo en el cual transcurrió supuestamente el episodio.
En el Hemisferio Sur, esta noche celebramos el Wiñoy Trepantu, el año nuevo mapuche. Aquí, se enciende una hoguera por cada una de las 4 direcciones para calentar a la Ñuque Mapu (Madre Tierra) en la noche más fría, larga y oscura del año.
[1] Juno, Diana y Hécate son las figuras que conforman a esta Triple Diosa, honrada en Europa con diferentes nombres, desde los tiempos pre-hélenicos.
[2] Rituales de las Fiestas Mágicas. Ediciones Karma 7.
[3] The Woman´s Encyclopedia of Myths and Secrets. HarperCollins.Barbara Walker, op cit.
[4] Barbara Walker, op cit.
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