Todas las noticias que está protagonizando la comunidad LGTB española en estos últimos días (jueces insurrectos, agresiones en varias comunidades autónomas), no hacen sino entristecerme y hacerme encoger los hombros en un gesto amargo de fastidio que más o menos quiere expresar "esto ya lo sabía yo". Porque, pasada la prima euforia de la aprobación del matrimonio y extinto el perfume embriagador de todos los ramos de flores internacionales sobre la innovadora y progresista postura del ejecutivo español en materia de igualdad y derechos de las personas LGTB... con todo el dolor de mi corazón no tengo más que refutar lo que ya hemos dicho y redicho desde la militancia toooooooodos los colectivos LGTB de este país: que los avances legales son importantes pero queda mucho camino en cuanto a la igualdad social.
Porque si las/os ciudadanas/os de a pie, en su ajustada mayoría, están verbalmente de acuerdo en que nos casemos y en que adoptemos y en que tengamos una vida "normal", en sus actos, muchas/os de ellas/os demuestran que seguimos siendo los bichos raros contra los que descargar sus inseguridades y sus traumas represivos. Y esos elementos no son gente ignorante o inculta, a quien puede resultarle difícil entender los conceptos básicos de la libertad democrática. Son nada menos que trabajadores de la jurisprudencia y jóvenes educados desde hace dos generaciones en la democracia, pero que sin embargo no dudan en privar de sus derechos a ciudadan@s español@s pervirtiendo los juramentos constitucionales que emitieron al ser nombrados juces y juezas los primeros, y en agredir con odio irracional a otros jóvenes de su misma generación que disfrutan tranquilamente de la libertad por la que lucharon sus padres y abuelos.
Así que, a todos los que dentro de la comunidad LGTB se creen que la militancia ya no tiene razón de ser y se aburren soberanamente con nuestros llamamientos a trabajar intesamente por nuestros derechos, interesándose únicamente por las kedadas, las fiestas, las excursiones al orgullo y las acampadas de verano para conocer ligues nuevos, les digo:
¡Más vale que abráis los ojos a la realidad, no sea que nuestros derechos se vayan por el desague de la intolerancia o mueran en alguna sala de urgencias porque algún neonazi trasnochado les ha roto en la cabeza una bandera del arco iris!
Meterse en otro armario, esta vez de apatía y de noches locas, no va a yudar mucho a mentalizar a nuestra sociedad de la realidad incuestionable de la diversidad sexual.
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