Son dos historias de amor absolutamente distintas. Una es El curioso caso de Benjamin Button, inspirada en un relato de Scott Fitgerald y que nos cuenta una vida vivida al revés, desde la decrepitud de la vejez a la tierna infancia. Sea como fuere, siendo niño anciano Benjamin conoce a su gran amor y hay un momento ideal en que las edades de ambos coinciden para que fructifique su amor y otro momento trágico en que las diferentes trayectorias vitales obligan a una dolorosa separación. Separación que se rompe, al final, en una prueba de amor que va más allá de la relación de pareja y que demuestra la inquebrantable fuerza de la lealtad. Tanto Brad Pitt como Kate Blanchet bordan su respectivos papeles y ninguno prevalece sobre el otro en coraje interpretativo, logrando unos personajes totalmente creíbles en una fábula deliciosamente fantástica, que nada tiene que envidiar al realismo mágico hispanoamericano. Para las que no la hayáis visto os animo a que no os desanime el metraje: son casi tres horas de película, pero se pasan sin sentir...
La otra historia de amor es bastante menos idílica, yo diría que se trata más bien de un amor cruel, tan imposible como el de Button, pero por motivos bien diferentes. The Reader habla de una tortuosa relación entre un adolescente y una mujer en su plenitud, que dura solamente un verano, pocos años antes de la II guerra mundial, en Berlín. Años después ambos se reencuentran, él como estudiante de derecho, ella como acusada de crímenes nazis. The Reader no cuenta solamente una historia personal y anónima, profundiza en el sentimiento de culpa alemán por el holocausto judío (una vez más, como las películas de nuestra guerra civil inciden una y otra vez en el odio cainita) enfocándolo en este caso desde una nueva perspectiva y es la de sentir amor y repulsión al mismo tiempo por una mujer a la que se la considera como un monstruo, vivir esa culpabilidad hasta extremos insospechados y cumplir con el deber moral del agradecimiento, a pesar de la condena colectiva de toda una nación hacia esas pocas cabezas de turco que fueron los nazis condenados a muerte o prisión. La lectura que puede hacerse de esta película es que esas cabezas de turco fueron necesarias para que todo el pueblo alemán se librara de la condena y pudiera seguir adelante con la conciencia colectiva lavada a fuerza de ejemplares juicios a personas concretas, que no eran sino parte pequeña de un sistema social anestesiado por el nazismo. Una vuelta de tuerca más en las supuestas lecciones que debe darnos la historia y que nunca se terminan de aprender. Sin embargo, no es eso lo que me ha conmovido de la película, sintiéndome como me siento más que encallecida en el tema del holocausto (casi tanto como en el de nuestra guerra, todo hay que decirlo), tanta promiscuidad acaba por convertirte si no en insensible sí al menos en poco impresionable. Lo que me ha conmovido es el tipo de relación que se establece entre los protagonistas, que aderezan sus encuentros sexuales con lecturas literarias. Es la literatura la que convierte su relación en algo especial y es ella, con el correr del tiempo, la que los vuelve a unir, más allá del amor y las normativas sociales. La Odisea de Homero y otras obras de la literatura universal son la banda sonora de su atormentada historia, de amor y deuda moral. Kate Winslet, soberbia, y el joven David Kross tan convincente como joven Michael como desvaido resulta Ralph Fiennes interpretándolo de adulto (no me parece una de sus mejores actuaciones). Una película incómoda, para pensar y repensar.
La otra historia de amor es bastante menos idílica, yo diría que se trata más bien de un amor cruel, tan imposible como el de Button, pero por motivos bien diferentes. The Reader habla de una tortuosa relación entre un adolescente y una mujer en su plenitud, que dura solamente un verano, pocos años antes de la II guerra mundial, en Berlín. Años después ambos se reencuentran, él como estudiante de derecho, ella como acusada de crímenes nazis. The Reader no cuenta solamente una historia personal y anónima, profundiza en el sentimiento de culpa alemán por el holocausto judío (una vez más, como las películas de nuestra guerra civil inciden una y otra vez en el odio cainita) enfocándolo en este caso desde una nueva perspectiva y es la de sentir amor y repulsión al mismo tiempo por una mujer a la que se la considera como un monstruo, vivir esa culpabilidad hasta extremos insospechados y cumplir con el deber moral del agradecimiento, a pesar de la condena colectiva de toda una nación hacia esas pocas cabezas de turco que fueron los nazis condenados a muerte o prisión. La lectura que puede hacerse de esta película es que esas cabezas de turco fueron necesarias para que todo el pueblo alemán se librara de la condena y pudiera seguir adelante con la conciencia colectiva lavada a fuerza de ejemplares juicios a personas concretas, que no eran sino parte pequeña de un sistema social anestesiado por el nazismo. Una vuelta de tuerca más en las supuestas lecciones que debe darnos la historia y que nunca se terminan de aprender. Sin embargo, no es eso lo que me ha conmovido de la película, sintiéndome como me siento más que encallecida en el tema del holocausto (casi tanto como en el de nuestra guerra, todo hay que decirlo), tanta promiscuidad acaba por convertirte si no en insensible sí al menos en poco impresionable. Lo que me ha conmovido es el tipo de relación que se establece entre los protagonistas, que aderezan sus encuentros sexuales con lecturas literarias. Es la literatura la que convierte su relación en algo especial y es ella, con el correr del tiempo, la que los vuelve a unir, más allá del amor y las normativas sociales. La Odisea de Homero y otras obras de la literatura universal son la banda sonora de su atormentada historia, de amor y deuda moral. Kate Winslet, soberbia, y el joven David Kross tan convincente como joven Michael como desvaido resulta Ralph Fiennes interpretándolo de adulto (no me parece una de sus mejores actuaciones). Una película incómoda, para pensar y repensar.
1 comentario:
Hola la de Benjamin Button, me gusto bastante, muy conmovedora, muy especial, y cierto, yo también encontré alguna relación con el realismo mágico latinoamericano.
La otra película espero verla pronto, me gusta mucho como trabaja Ralph Fiennes.
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